Vivir en un país violento como México no es una situación sencilla para nadie. Sin embargo, cuando eres mujer los matices son más complejos.
Durante la infancia, la adolescencia y siendo adultas escuchamos una serie de advertencias, disfrazadas de recomendaciones, para no hacer ciertas cosas. El objetivo es siempre el mismo: provocarnos miedo para que no nos busquemos problemas.
‘No andes sola por la calle, sobre todo si es de noche’, parece el más razonable de los consejos, pero cuando se usa para responsabilizar a las mujeres que han sufrido agresiones al abrigo de la oscuridad te das cuenta de que, en realidad, no lo es.
La mayoría de las recomendaciones solo sirve para justificar que cualquier cosa que nos suceda es culpa nuestra; es así como nos enseñan que el miedo se debe convertir en nuestra guía.
Si sufres una agresión, una violación o un feminicidio, a manos de un extraño o un conocido, en la calle o en tu casa, después del nefasto hecho vendrá el cuestionamiento porque ‘las cosas malas no les pasan a las mujeres buenas’.
En México, si eres mujer debes tener miedo porque antes de recibir justicia tendrás que enfrentarte al escarnio público, ya sea que estés viva o muerta.
En nuestro país, el agresor, abusador, violador o feminicida es un ser invisible, mientras el dedo acusador apunta a la agraviada porque la sociedad, las autoridades y hasta su familia coincidirán en que, por sus hábitos, su forma de vestir o cualquier otro pretexto igual de absurdo, dio su consentimiento para ser agredida.
Si una mujer es golpeada, abusada, violada o asesinada nadie cuestionará a quien perpetró el crimen, no importa qué tan atroz sea; basta con que alguien ponga en entredicho la conducta de la víctima para que el resto pueda decir que ‘ella lo provocó’ o ‘ella se lo buscó’.
Si una agraviada no recibe el apoyo de las autoridades, los servidores públicos serán justificados por no hacer su trabajo. Procesar denuncias de mujeres es considerado por muchos como una pérdida de tiempo, porque en nuestro país ‘las viejas nada más queremos llamar la atención’.
En México, muchos rechazan y se burlan la frase ‘si tocas a una, respondemos todas’ argumentando que el ‘efecto manada’ no cambia las cosas, pero aceptan que las historias de las que han sufrido algún tipo de vejación se conviertan en una lección, un ejemplo y una advertencia para las demás. Para que nos demos cuenta de lo que podría pasarnos.
Cuando eres mujer, la transmisión del miedo representa un ‘mecanismo de protección’. Si aprendes a temer lo suficiente, te cuidarás de no meterte en problemas.
¿No quieres que te agredan? No busques que te agredan. ¿No quieres que te violen? No provoques que te violen. ¿No quieres que te maten? No hagas que te maten.
Es por ello que las mujeres que se han atrevido a levantar la voz para denunciar a sus agresores y exigir justicia nos llenan de admiración, porque nos demuestran que necesitamos acabar con el miedo para comenzar a vivir.
Portada e imágenes interiores: Unsplash y Twitter @Elmo_Braga