En esta pandemia, quienes somos afortunados, hemos escuchado de casos lejanos de gente que ha partido debido a esta enfermedad. Tal vez en el momento en el que leemos o escuchamos la noticia, pensamos en nuestros seres queridos, pensamos en esas personas por las que nos preocupamos porque sabemos que son más vulnerables, pensamos en llamarles, visitarlos, o decirles eso que hace mucho no les decimos; sentimos un pellizco en el corazón, pero para bien o para mal, nos toma unas horas superar la noticia y seguimos con nuestras rutinas.
He leído hasta el cansancio, imágenes, posts, memes, frases, reflexiones que nos piden valorar a las personas que tenemos a nuestro alrededor; valorar a nuestros padres, a nuestros abuelos, a nuestros hijos, a nuestra familia, pero la realidad es que estamos tan acostumbrados a ellos, a la rutina, a la convivencia, al día a día que damos por sentado ese contacto, incluso algunas veces hasta llegamos a renegar de ellos; pensando que son parte de nuestra vida, que al día siguiente seguirán ahí donde los dejaste, donde los viste, esperando que podamos darles un poco de nuestro tiempo.
En esta pandemia, afortunadamente hasta ahora, no ha sido la COVID-19 la que me ha dado una gran lección, sino un instante, un momento que cambió por completo la vida de mi abuela y de todos los que la rodeamos.
Un día estábamos felices, celebrando el cumpleaños número 4 de Romina, y al siguiente, estábamos corriendo al hospital porque la abuela estaba sufriendo un derrame cerebral.
Mi abuela ha sido siempre una mujer admirable; tiene una voluntad enorme, un carácter fuerte y es de las mujeres más trabajadoras que he conocido, además de autosuficiente e independiente.
Debido a la distancia, nuestra relación no ha sido muy cercana, pero mi infancia está llena de buenos recuerdos con ella: compartíamos el gusto por la buena comida y nos gustaba disfrutarla juntas. Claro que cuando uno crece, nuestra visión de los adultos se vuelve más amplia, comenzamos a ver no sólo la parte linda de ellos, pero cuando crecemos aún más empezamos a entender su historia y el porqué de que sean como son.
Hoy que veo a mi abuela en cama, sin poder pronunciar muy bien lo que quiere decir, habiendo perdido por completo la movilidad del lado derecho de su cuerpo y totalmente dependiente de un tercero, siento nostalgia al recorrer todos los momentos en mi mente en los que la vi salir del hospital donde trabajaba, vestida de enfermera, de todos los domingos que caminamos a comprar menudo para desayunar, y de todos los jueves que cocinaba pozole para reunir a la familia.
Hoy valoro aún más a mi mamá, su salud y su fortaleza para mantenerse estable en estas situaciones, valoro a mis hijas, el que estén sanas y llenas de energía, valoro la fuerza de mi esposo y la unión de mi familia, valoro y agradezco todo lo que tengo y lo que me rodea: hoy respeto aún más la vida, porque son instantes los que pueden cambiar completamente el rumbo de las cosas; son segundos los que te llevan de un lugar a otro completamente diferente y te sacan de tu zona de confort.
Y como siempre, les invito a hacer conciencia de lo que tenemos, de lo material y lo que no se puede comprar; de nuestra salud, nuestra salud emocional y la de nuestros seres queridos: ¿Qué harías hoy si supieras que mañana el rumbo de tu vida puede cambiar por completo? ¿A quién llamarías o visitarías si supieras que pronto puedes perder a un ser querido? No esperemos a que esto ocurra, no esperes a que la vida cambie, simplemente no esperes, y eso que sientes hoy, en tu corazón, hazlo.