El hábito de responder rápido representa una falta de interés hacia el otro y algunas veces también influye en contestar lo que el otro quiere oír
Estamos tan acostumbrados a comunicarnos que seguramente no siempre reflexionamos sobre si lo estamos haciendo de la manera correcta. Sobre todo, dentro de una época tan ajetreada en la que parecemos estar contrarreloj y nos preocupamos por ‘responder’ antes que los demás.
No todos buscan esa sensación satisfactoria de ‘mostrar su inteligencia’; algunos simplemente contestamos de forma autómata y esto puede traernos problemas a largo plazo en el trabajo, con tus amigos y en tu hogar.
Me desarrollé en un entorno escolar en el que aquel que levantaba la mano con la respuesta correcta era admirado. Probablemente eso alentó mis ansias por anticipar mis contestaciones sin un verdadero proceso reflexivo. Y no, no me refiero a la taquilalia, ese trastorno del habla que hace que las personas den un discurso excesivamente rápido.
Noté que en muchas ocasiones en lo que piensa la gente cuando escucha a alguien es en la respuesta que dará y no en el discurso en sí. Quizá sea cuestión de egocentrismo, de desmotivación o simplemente nos acostumbramos a un sistema de comunicación que insatisface las necesidades reales que motivan una conversación.
Responder rápido sin pensar
Las respuestas rápidas pueden activar el sistema de recompensa que en psicología se refiere a neurotransmisores del sistema nervioso central que responden a estímulos específicos, particularmente a los relacionados con el placer o el desagrado.
¿Será que tendemos a responder más rápido para encontrar una sensación satisfactoria? Sin embargo, esto no funciona en el sistema de comunicación, pues si solo buscamos inconscientemente contestar con anticipación, seguramente estaremos dando una respuesta no incorrecta, pero muy por debajo de las expectativas de la persona que inició el acto comunicativo.
Esto podría compararse con leer un texto ‘por encimita’, bajo la premisa de cumplir y comentar algo ‘breve’ solo por obligación. ¿Es eso lo que representa una conversación, pregunta o hasta una instrucción para nosotros?
Algunas respuestas rápidas repercuten de forma negativa
De verdad que el tipo de problemas que generan las respuestas rápidas tienen alcances inimaginables en nuestra vida. Por ejemplo, en el trabajo tu jefe te pide que despidas a dos personas de tu área porque no funcionó el proyecto donde trabajaban y te incluye en un nuevo proyecto.
¡Adivinaste! Responder ‘está bien’ a todo esto no sería la mejor forma de solucionarlo. Si piensas detenidamente la situación, lo primero es averiguar qué influyo en que el proyecto fallara, presentarle a tu jefe de forma clara y concisa los principales errores que incluso pudieron generarse desde el origen y no depender totalmente de la labor tus compañeros. Asimismo, tu inclusión en el nuevo plan representará seguramente una mayor carga laboral y tendrías que cuestionarte si podrás sobrellevarla o explicar directamente que necesitarás ayuda.
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Lo mismo sucede con las relaciones personales, como los amigos o en la familia. Si te ves en un café para ponerte al corriente de la vida de tus compitas, ten en cuenta que querrán ser escuchados cuidadosamente y recibir, o no —porque no todos los que hablan, buscan un consejo, a veces simplemente quieren desahogarse, te lo digo por experiencia— una opinión tuya. Tendrás que ser muy atento al dar una respuesta, tomando en cuenta la personalidad, miedos y demás características que —se supone— ya conoces de esas personas.
¿Responder rápido conlleva mayor honestidad?
Responder rápido es algo a lo que nos malacostumbramos algunos, sobre todo cuando lo importante en internet es conocer las tendencias sin investigar verdaderamente el trasfondo de muchas de ellas.
Muchos internautas comentan publicaciones o videos con un comentario así ‘Llegué primero, merezco un like’. O hablan sobre temas sin pensar de manera detenida en el contexto en general ni en el sujeto en cuestión, si es que se trata sobre alguien.
Lo anterior podría parecer un inocente hábito, pero estas actitudes podrían seguir fomentando esta cultura de contestaciones rápidas y opiniones superficiales.
¡Ojo! Tampoco digo que no existan personas incapaces de dar respuestas rápidas certeras y bien pensadas, solo hago hincapié en que hemos olvidado que el proceso de contestar conlleva su propio tiempo porque, indudablemente, cuando te das un momento para pensar, surgen muchísimas más ideas, inquietudes, consideras el tema desde otros ángulos, y tu respuesta podría ser más enriquecedora y satisfactoria.
Por otra parte, existe el criterio científico de que las respuestas rápidas son más honestas que las planeadas, aunque estas investigaciones también concluyeron que las contestaciones instantáneas hacen que la gente responda justo lo que el otro quiere escuchar.
¿Y tú, escuchas para entender o para responder?
Este texto fue publicado originalmente en El Diario de Finanzas.