En esta entrega, Carmina Cardiel analiza la cinta Perfume de violetas, basada en un hecho real ocurrido a mediados de la década de los 80.
De acuerdo con el Comunicado de Prensa Núm. 568/20 al 23 de noviembre del 2020, el INEGI declaró en sus estadísticas a propósito del Día internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres, que en las averiguaciones previas iniciadas y/o carpetas de investigación abiertas, los principales delitos cometidos en contra de las mujeres son los relacionados con el abuso sexual (42.6 por ciento) y la violación (37.8 por ciento).
Hasta el año 2016, 66 de cada 100 mujeres de quince años en adelante, habían padecido al menos algún tipo de violencia en México. El 43.9 por ciento de ellas habían sufrido violencia por parte de la pareja actual o última a lo largo de su relación, mientras que 53.1 por ciento sufrió al menos un incidente de violencia por parte de otros agresores distintos a la pareja a lo largo de la vida.
En el año 2001 se estrenó la película Perfume de violetas (Nadie te oye), dirigida por la cineasta y antropóloga mexicana Maryse Sistach, cuya historia nos relata el drama de una amistad entre dos adolescentes que termina en una tragedia.
Por aquellos años era menos común que ahora hablar sobre este tema que sigue siendo vigente en una sociedad profundamente machista como la nuestra.
Perfume de violetas (Nadie te oye)
La historia se desarrolla en uno de los barrios menos favorecidos del sur de la Ciudad de México: Pedregal de Santo Domingo. Yessica y Miriam, dos adolescentes se conocen en la secundaria y se vuelven inseparables amigas a pesar de tener dos realidades distintas.
Por un lado, Miriam vivía en una burbuja de control y sobre protección por parte de la madre en un departamento sin lujos, pero con lo necesario para vivir; mientras que en la casa de Yessica, aún más humilde, la prioridad eran los varones y las cuentas por pagar.
Yessica Avendaño es una joven de quince años a quien habían corrido de la secundaria por bofetear a la prefecta. Sin embargo, coincide con Miriam no sólo en el aula de su nueva escuela, sino también en la soledad que ambas experimentan. Pronto se hacen amigas y empiezan a compartir tiempo juntas después de clases.
Desde el inicio de la cinta podemos visualizar la violencia con la que sobrevive Yessica a partir de la actitud con la que se desarrolla el personaje: siempre está a la defensiva y se muestra oralmente violenta, excepto con Miriam quien desde un inicio es amable y solidaria con ella.
Recuerdo haber visto esta película al menos unas cinco veces, pero jamás me dio tanta rabia sino hasta que pasé de los 30 años -así de normalizada está la violencia en nuestro país-. Yessica no solo es abusada por el hermanastro que la vendía, sino también por la madre que nunca la escucha:
– ¿Qué estás haciendo?
-Pasando mis apuntes
– ¡Ay! Qué apuntes ni qué ocho cuartos, órale a planchar la camisa. Lo que voy a hacer es sacarte de la escuela y ponerte a trabajar, o en la esquina pidiendo dinero que tanta falta nos hace.
– Mamá, he mejorado mis calificaciones
– Ay ya cállate
– Ya se va a librar de mí, jefa, ya no volveré a esta pinche casa
– Ojalá y Dios quiera
Por otro lado, la mamá de Miriam, quien además de ser un personaje doble moralista al mantener en secreto una relación de carácter sexual en la zapatería donde trabajaba, no se muestra menos machista ni más abierta a la hora de escuchar a su hija en los problemas que afronta con su amiga:
-Yessica... Uff ¡Qué nombrecito! Tiene nombre de exótica
– ¿Quién dejó esto aquí? ¿Ya te bajó, Miriam?
-No mamá, ¡cómo crees!
-Tu amiga es una buscona, a las mujeres que no se dan a respetar les suceden ese tipo de cosas
Ninguno de los escenarios es el más favorable para las jovencitas de la historia. Sin embargo, la falta de comprensión y empatía en los personajes adultos orilla a que se suscite algo aún peor de lo que ya padecían las estudiantes de secundaria.
Basada en hechos reales
Perfume de violetas (nadie te oye), según contó Maryse Sistach en entrevista para una prestigiosa revista de crítica de cine, fue grabada con un bajo presupuesto y con cámaras prestadas por la Filmoteca de la UNAM, lo cual también nos dice mucho sobre la situación de las cineastas y la importancia que el séptimo arte en México le presta a temas que son de carácter urgente en su erradicación e información social.
La cinta está basada en un hecho real de notas rojas de mediados de los años 80: Una adolescente había asesinado a su mejor amiga por un perfume con el que intentaba tapar el olor que quedaba en su cuerpo cada vez que los amigos de su hermanastro la violaban.
Esta nota marcaría a Sistach hasta llevarla a la pantalla junto con dos cintas más que completarían la trilogía sobre violencia sexual contra adolescentes: Manos libres (nadie te habla) (2004) y La niña en la piedra (nadie te ve) (2006), mismas que valen la pena verse.
A modo de reflexión, queda por señalar que del año 2013 al 2018, el delito de abuso sexual incrementó del 37.4 por ciento al 42.6 por ciento en el país. Si a ello sumamos los casos dados durante la pandemia, quizás el Cine mexicano podría voltear a ver problemáticas más reales a la hora de rodar películas, pues hasta ahora no existen muchos títulos que hablen al respecto.
Han pasado veinte años del estreno de Perfume de violetas, pero el gremio de cineastas y la sociedad mexicana, siguen sin escuchar.
https://www.youtube.com/watch?v=PqBTCWArrTs
Con información de Instituto Nacional de Estadística y Geografía y Cine Premiere
Portada: Mujer México
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