Carmina Cardiel cuestiona con perspectiva feminista la feminidad a la que se apega la protagonista de La chica danesa, la historia de la primera mujer trans.
La chica danesa (2015) es un filme que, a pesar de tener excelentes actuaciones, exquisitos escenarios y sublimes composiciones visuales, deja mucho por cuestionar.
Este es un filme que parece abogar por las personas que deciden ser mujeres y que está dirigido por el famoso cineasta inglés Tom Hooper. Hoy hablaré de esta película porque me parece importante que, en medio de las distintas posturas feministas, se haga un análisis puntual con respecto a la romantización de roles construidos en torno a la o las feminidades.
La chica danesa nos narra la historia del pintor Einar Wegener, quien fuera la primera persona del siglo pasado en hacerse un cambio de sexo a través de una cirugía, y de su esposa, la reconocida artista déco, Gerda Wegener. He de decir que cuando terminé de verla, estaba sosteniendo un pañuelito mientras lloraba, pero ¿por qué?
Más allá de todas las disputas existentes entre las categorías de ‘mujeres Cis’, que es el nombre con el que la teoría queer nos ha etiquetado a quienes poseemos de nacimiento una vulva, ovarios y matriz, y ‘mujeres trans’, que son las personas que deciden ser mujeres aun cuando física y biológicamente no les fue otorgada la suerte, existe algo que no tiene género y que no está ni debería estar en la mesa de discusión: la dignidad humana.
La chica danesa y el género
La identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género como cada persona la experimenta, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia del cuerpo, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En México sólo las reformas de Oaxaca y Jalisco contemplan a menores de 18 años para acceder a cambiar su identidad de género y nombre de nacimiento, mientras que en Puebla se discute el dictamen conocido como Ley Agnes y en Coahuila en noviembre del 2020 hubo una propuesta a la iniciativa de reforma al Código Civil estatal para actualizar las actas de nacimiento de los y las menores según su identidad autopercibida.
Lo cierto es que tanto el tema como la película han provocado una suerte de críticas alrededor de un tema que hoy en día sigue concibiéndose socialmente como depravado. A mí lo que me parece depravado, no es que las personas quieran operarse, sino los roles construidos socialmente alrededor de estas feminidades ya sean biológicas o no.
La chica danesa hace una narrativa que resulta conmovedora porque una vez más podemos identificar rasgos puntuales que las feministas de la primera, segunda, tercera y, aún en la cuarta ola, hemos tratado de derribar: roles establecidos y asignados a la delicadeza que supuestamente constituye la identidad femenina.
Por un lado, tenemos al esposo que finalmente se concibe como mujer y sufre por estos cambios, pero ¿qué hay detrás del discurso? Para iniciar a Gerda no se le toma en cuenta más que como la mujer incondicional que apoya a su marido en todo, pero ¿esto es realmente así?
Yo me pregunto y les pregunto, ¿qué harían ustedes si su pareja –independientemente de sus preferencias sexuales– un día les dice que ha descubierto que es otra persona y que además quiere modificarse físicamente? ¿De verdad lo asimilarían como Gerda Wegener y se lo tomarían con la misma gracia con la que se toma un té helado en verano?
Gerda Wegener, invisibilizada
En la cinta se anula por completo la psique de la esposa, a quien el director a penas y retrata como una mujer, pues es sabido que ella tenía tendencias lésbicas, aunque eso también es cuestionable. Es exactamente lo mismo que sucede con las mujeres biológicas que deciden convertirse en hombres: invisibilidad.
Gerda parece ser la amiga, esposa y amante incondicional, un papel basado nuevamente en esa romanización de la frase patriarcal ‘hasta que la muerte nos separe’: sí, porque no lo dice abiertamente, pero ella es fiel a su marido que ahora es mujer a pesar de estar lidiando con una noticia que afecta la psique no sólo de quien hará la transición, sino de quien ha compartido la vida con él.
Por otro lado, en La chica danesa aparece el aprendizaje de comportamiento femenino de Einar Wegener, quien por poco se convierte en Lili Elbe, que se va a un prostíbulo como si se tratara de una escuela de feminidades. ¿Por qué a un prostíbulo? ¿Por qué el director no aprovechó la feminidad y sensualidad de Gerda, que además era cómplice de Einar/Lili?
Suponiendo que fue un asunto biográfico, ¿por qué los hombres que deciden ser mujeres quieren y buscan aprender la feminidad desde la prostitución cuando la prostitución es un tema que duele y lastima a quienes hemos nacido con vulva? ¿Por qué construir una feminidad desde la desvalorización humana de las mujeres a quienes los hombres conciben como depósitos de semen?
La chica danesa y el romanticismo heteropatriarcal
La chica danesa, desde aquella perspectiva, sigue reproduciendo romanticismo heteropatriarcal en su máximo esplendor y reafirma que la sensualidad femenina es un producto que puede adquirirse en cualquier prostíbulo, cuando no es así. Y esto no sólo afecta a quienes tenemos vulvas biológicas, porque resulta que quienes optan por transitar al sexo femenino, si no tuvieron la suerte de nacer con el suficiente dinero para pagar una transición dignamente humana, se encuentran en las calles, prostituyéndose. Porque pareciera que para las mujeres transexuales no favorecidas no existe un mejor oficio que el de la prostitución y degradación humana, lo cual es producto de la misoginia y el machismo heredados en Occidente.
Mientras las ‘mujeres cis’ y las ‘mujeres trans’ –términos con los que difiero– seguimos discutiendo sobre lo que son o no son feminismos, allá afuera la violencia estructural y las desigualdades siguen anulándonos. Si bien los feminismos abogan por los derechos de las mujeres, también quienes deciden transitar no sólo al sexo femenino, sino al masculino, sufren injusticias sociales, psicológicas y problemas de salud físicas que su lucha debería retomar, en lugar de hacernos una guerra con términos despectivos como terf, porque, evidentemente, sus problemas no son exactamente los mismos que los de las personas que nacimos con sexo femenino.
Tan sólo en México, de acuerdo con las estadísticas de Clínica Condesa, 225 mil personas viven con VIH, de las cuales el 77% son hombres y 23% son mujeres. El 20% de mujeres trans están infectadas, mientras que los hombres que tienen sexo con otros hombres ocupan el 17%. Nuestro país es el segundo lugar de contagios en América Latina, por lo que me atrevo a decir que esta cinta es una trampa para las distintas feminidades.
Es una trampa tanto para aquellas personas que no se identifican con su cuerpo biológico, como para las mujeres que buscan apoyar las causas de estas. En la cinta podemos apreciar a una Lili Elbe dócil, caprichosa, encantadora, sensible, delicada cuyo máximo objetivo es contonearse en tacones; mientras que Gerda Wegener es más fuerte, es tan fuerte, que sin problema alguno es el sostén tanto de Einar como de Lili, anulándose por completo, tal como el patriarcado nos concibe.
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Bibliografía:
- 1. Cifras de VIH en México, Clínica Condesa, México. Consultado el 22 de septiembre de 2021 en http://www.condesadf.mx/cifras-en-mexico.htm.
- Comisión Interamericana de Derechos Humanos, consultado el 23 de septiembre de 2021 en: https://www.corteidh.or.cr/sitios/observaciones/costaricaoc24/1_cidh.pdf
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La opinión de una mujer trans sobre La chica danesa: