Uno de los cambios con más impacto en nuestras vidas a partir de la contingencia por COVID-19 ha sido la manera en que nos relacionamos. La sana distancia nos ha obligado a encontrar formas alternativas de mantener el contacto social. Uno de esos canales de comunicación es, sin duda, las videollamadas.
El doctor británico Paul Penn, de la Facultad de Psicología de la Universidad de East London ha descrito un nuevo síndrome al que llama ‘Fatiga por Zoom’. A pesar de referirse a todos los tipos de videollamadas, lo bautiza con este nombre por ser una plataforma que aumentó exponencialmente su popularidad durante el periodo de contingencia.
La fatiga por Zoom se refiere al conjunto de consecuencias que provoca en las personas el excesivo uso de las videollamadas. Dicho desgaste se debe a diversos factores como la sobresaturación de información que tenemos que decodificar, ya sea acerca de la persona o el fondo detrás de ella.
El ser humano está acostumbrado a la información que el lenguaje no verbal le brinda: posturas, movimientos de brazos y piernas e incluso mínimas gesticulaciones pueden ser difíciles de captar cuando hablamos a través de un ordenador. Hay información que puede llegar a perderse, por lo que las personas, se esfuerzan mucho más para evitar estas distorsiones en el proceso comunicativo.
En un intento por seguir nuestra vida —lo más parecido posible a la anterior cotidianidad— seguimos tomando clases, cursos, haciendo ejercicio y trabajando a través de las videollamadas. El problema es que no es la misma realidad, por lo que debemos encontrar formas que nos permitan, si bien seguir en contacto con nuestra ‘vida normal’, evitar las consecuencias por el abuso de su utilización.
Algunas consecuencias referentes a la sobreestimulación pueden ser: niveles altos de estrés, cansancio, irritabilidad, sensación de nula privacidad y otras afecciones físicas como dolor de ojos y cabeza.
¿Qué podemos hacer para reducir este desgaste y evitar el llamado síndrome de ‘Fatiga por Zoom’?
- Reducir, en la medida de lo posible, las sesiones que son llevadas a través de videollamadas. Recurrir también a llamadas telefónicas, mensajes o correos electrónicos
- Alternar actividades físicas que nos conecten con otras cuestiones como la naturaleza y las estimulaciones sensoriales
- Evitar fondos muy cargados para reducir los estímulos a decodificar por parte de las personas con las que se tenga la actividad
- Apagar, si es posible, cámaras y micrófonos, especialmente en reuniones o asambleas con muchos participantes
- No estresarse si la conectividad no es buena. Nos estamos adaptando a una nueva forma de vincularnos: evitemos que el proceso de adaptación sea algo que nos genere más estrés del aceptable
Recordemos que el generar una conexión con nuestro contexto social no significa estar conectados literalmente 24 horas. Si bien son tiempos que exigen nuestra flexibilidad, seamos creativos y no abusemos de nada que a la larga nos pueda traer consecuencias negativas.
Interiores y portada: Freepick, Adobe y YouTube.