En un país en donde la violencia de género se encuentra invisibilizada en el sistema penal, Erika hace todo lo posible para que su hija, quien fue víctima de abuso en 2017 cuando tenía tan solo 7 años, obtenga justicia.
Durante la pandemia de COVID-19, Erika decidió confeccionar llaveros y muñecas de manta para ayudarse con los gastos y continuar con su lucha, pues forma parte del diez por ciento de las mujeres que decide llevar un caso de violación ante las autoridades.
En entrevista para Mujer México, Erika, de 42 años, señaló con firmeza que no se arrepiente de haber alzado la voz pese a que esto, lejos de darle la tranquilidad de que el agresor sería castigado y no volvería a tocar a ninguna otra niña, solo le ha provocado agotamiento y frustración.
La madre de tres hijos señala que cuando vivía con su hija, su ahora expareja y sus exsuegros, uno de sus cuñados abusó de su pequeña.
Luego de que Erika interpusiera la denuncia, con folio CI-FDS/FDS-5/UI-FDS-5-02/00799/11/2017, ante el Ministerio Público en la alcaldía Iztapalapa, Ciudad de México, la familia de su expareja, quien hasta la fecha defiende al agresor, los despojó del domicilio sin dejar que se llevaran sus pertenencias.
Desde entonces, Erika y su hija han tenido inestabilidad económica y un desgate emocional por tratar de que se aplique la ley:
“Cuando a mi cuñado le llega la notificación de la denuncia fue cuando me despojan de mi domicilio, por denunciar es el costo que pagué. No me arrepiento. Lástima que el gobierno nos deja desamparadas, porque el culpable sigue libre y el proceso sigue en pie”.
Erika señala que después de año y medio de buscar un lugar en donde habitar y cambiar constantemente a su hija de escuela, ella y su expareja, quien padece ataques epilépticos, decidieron separarse y continuar su lucha por separado, ya que ambos perdieron el apoyo de sus familiares.
“Mi mamá había tomado postura de darme chance de vivir en su casa, pero sin mi pareja, por lo mismo que había pasado. Yo me aburrí de andar de aquí para allá y quieras o no vuelves a sufrir violencia porque la gente quiere que le hagas todo por el apoyo que te dan”.
Erika y su hija se quedaron prácticamente en la calle, sin un techo y sustento económico, pero con la fuerza para exigir justicia.
La lucha contra la impunidad
El 28 de junio de 2017 denunció al agresor de su hija y pese a tener pruebas a su favor, fue hasta apenas en diciembre de 2019 que lo vincularon a proceso.
El 2 de abril de 2020 estaba programada una segunda cita para que el sujeto presentara su defensa y se continuara con el proceso, en el que se pide se le encarcele al menos diecisiete años.
Sin embargo, una vez más el juicio sufrió contratiempos, esta vez debido a la pandemia que obligó a la población entera a permanecer en confinamiento.
Durante este tiempo, Erika señala que ha pasado por un sistema ineficiente. Gracias al Observatorio Jurídico de Género, ella y un grupo de mujeres víctimas de violencia tenían reuniones con Ernestina Godoy, procuradora general de Justicia de la CDMX, para recibir apoyo.
Sin embargo, Erika comenta que, si bien la funcionaria escuchaba las peticiones, nunca se ha hecho nada y tras la pandemia, las promesas quedaron al aire:
“No les importa el dolor y la situación por la que atraviesas. Te acercas con la autoridad y te manda de un lado a otro, sabiendo que no tienes para los pasajes. Un día Ernestina Godoy nos tuvo hasta las 12 de la noche ¿cómo me iba a regresar a mi casa a las 12 de la noche? El Observatorio Jurídico de Género que me dio para el taxi, pero si no hubiera habido un observatorio ¿qué habría hecho?”
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) señala que el 64 por ciento de la población no confía en la Policía y considera que el proceso de denuncia es una pérdida de tiempo.
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Erika lleva tres años en un proceso legal que parece no tener fin, pero está decidida a no rendirse, pues señala, entre lágrimas, que se lleve el tiempo que se lleve tendrá la satisfacción de que el agresor no volverá a tocar a ninguna otra niña e invita a más mujeres a no quedarse calladas:
Muñecas feministas para sobrevivir a la pandemia
Pareciera que los apoyos anunciados por el Gobierno Federal son solo publicidad. Erika destaca que ha recibido más ayuda de colectivas feministas, instituciones no gubernamentales y mujeres que empatizan con su situación que de las autoridades.
Antes del abuso, Erika se dedicaba al comercio; sin embargo, el miedo de dejar sola a su hija y el tiempo que necesitaba para continuar exigiendo justicia la orilló a buscar otro tipo de empleo y consiguió ser contratada como cuidadora de un adulto mayor, en donde también le dieron alojamiento.
No obstante, este ingreso no le ha permitido hacerse de una casa y cosas básicas, pues hasta hace unos meses ella y su hija dormían en una colchoneta, por lo que recurrió al Centro de Apoyo Sociojurídico a Víctimas de Delito Violento (Adevi).
En la Adevi le dijeron que le darían apenas 300 pesos mensuales. No obstante, la institución le deposita este recurso cuando ‘puede’ con el argumento de que no hay fondos, así que prácticamente Erika no cuenta con este dinero de una forma estable, pues tampoco le reponen los meses atrasados.
Asimismo, solicitó entrar al programa Beca Leona Vicario, otorgado por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), que también le fue dado, pero una vez más, ‘la pandemia hizo de las suyas’, ya que esta institución también tiene atrasos en el pago:
“Con el pretexto de que está todo cerrado ni te atienden”
Asimismo, pidió ayuda para ingresar a los programas del Instituto de la Vivienda de la CDMX (INVI), pero este le fue negado, debido a que le dijeron que solo es autorizado a las personas que tienen ahorros, pero en su situación, el dinero que gana apenas le sirve para ir al día.
Lo peor estaba por venir, pues debido a la crisis sanitaria, sus jefes le comentaron que ya no podían seguir pagando su sueldo, pero le permitieron seguir viviendo en el lugar.
Agotando todas las instituciones a las que podía asistir, Erika recordó que se le daba bien dibujar y pensando en hacer algo con lo que se identificara se le ocurrió confeccionar y vender llaveritos de rostros feministas, los cuales anunció en sus redes sociales.
Poco a poco, sus amigos y conocidos fueron pasando la voz sobre su trabajo, hasta que un día, una chica le pidió que le hiciera una muñeca.
Las muñecas fueron todo un éxito, pues son hechas a mano y totalmente personalizadas. Puedes mandar una fotografía con el tema que quieras y Erika se las ingenia para que quede lo más parecida posible a la de la imagen.
Así, vendiendo muñecas feministas, llaveros y recibiendo donaciones, Erika ha podido sobrellevar la pandemia, aunque esto también tiene sus peligros.
Al ofrecerlas en redes sociales y no tener ningún local, se ve en la necesidad de entregarlas personalmente en lugares públicos, como en el Metro de la ciudad, por lo que corre el riesgo de ser contactada por ladrones.
Pero la delincuencia y la inseguridad no es el único peligro, la Policía también lo es. Erika refiere que una ocasión fue detenida en la estación en la que intercambiaría una de sus muñecas por ¡una despensa!
El argumento que le dieron fue que no podía hacer ventas de perfumes y cosméticos en las instalaciones. Erika alegó que no se trataba de una venta, sino de un intercambio y que, además, ni siquiera se tenía los artículos que le achacaban.
Como si se tratara de una delincuente, fue esposada y llevada al Ministerio Público para presentarla con un juez cívico, pero este se negó a recibirla porque ‘no le gusta meterse en pedos con mujeres’, por lo que horas después quedó en libertad:
“Uno de los policías se metió (al Ministerio Público) y ya cuando salió le dice a otro ‘no, sabes qué, ya nos vamos a tener que ir… es que no está el de siempre (juez), está el otro y ya vez que al otro no le gusta tener pedos con las mujeres’”.
Erika refiere que ojalá los uniformados detuvieran a los verdaderos delincuentes, pues en este tipo de intercambios, la indicación es solo invitarlas a hacer la ‘operación’ fuera de las instalaciones.
‘Gracias a la pandemia, gracias al abandono del Gobierno’, Erika encontró una forma de sustento económico y de terapia, ya que en sus muñecas halló una forma de reconfortarse cada vez que recuerda el martirio por el que ha pasado y el comentario que su hija le hizo en una ocasión: ‘ay, mamá, mejor ni hubiéramos dicho nada y todo hubiera seguido igual’.
Las muñecas de Erika también son un símbolo de lucha y si quieres cooperar con ella, puedes escribirle a través Facebook en donde la encuentras como Erizbeth Martinez, pues también hace envíos a toda la república.
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Fotos: Cortesía