En las últimas semanas hemos escuchado con mayor frecuencia sobre las medidas más eficaces que comparte la Organización Mundial de la Salud (OMS), así como gobiernos internacionales y locales, para evitar el contagio del virus COVID-19.
Una de las medidas más importantes es el lavado de manos, ya que esta parte del cuerpo constituye una de las vías más frecuentes de contagio de virus de una persona a otra. En nuestro día a día dicha acción resulta natural como parte de nuestra vida cotidiana para evitar todo tipo de infecciones y enfermedades a causa de gérmenes.
Sin embargo, hace un poco más de 150 años aún no se hablaba de gérmenes y no se hacía ningún énfasis en la importancia que podía tener el implementar cualquier tipo de medida de higiene.
Es más, de acuerdo con el periódico El País, los quirófanos ‘eran tan sucios como los cirujanos que trabajaban en ellos’, e incluso se narra que en medio de la habitación se ubicaba una mesa de madera para tratar a los pacientes, la cual contenía rastros de intervenciones anteriores.
3.000 millones de personas no tienen acceso a servicios básicos para lavarse las manos. En medio de la crisis del #Covid19, son las más vulnerables y en riesgo.
En el #DíaMundialDelAgua, súmate a este llamado a la acción: https://t.co/nV5xPOZ5fk pic.twitter.com/T8SbIpA0Zh
— Naciones Unidas (@ONU_es) March 22, 2020
Ante este panorama, en Europa y Estados Unidos las personas con mayor riesgo en un hospital eran las mujeres embarazadas, pues las heridas abiertas crean un ambiente más propicio para las bacterias. En el Hospital General de Viena, alrededor del año de 1847, una de cada seis mujeres que daban a luz fallecía a causa de una extraña enfermedad denominada entonces como fiebre puerperal, la cual aparecía después del parto y era considerada como epidemia a finales del siglo XVIII. Los médicos atribuían esta enfermedad al clima, principalmente.
Ignaz Semmelweis, graduado en medicina por la Universidad de Viena, a sus 30 años ingresó a dicho hospital en el año de 1946 motivado por encontrar una solución para disminuir las muertes maternas. Lo primero que Semmelweis pudo notar fue que dos salas obstétricas del Hospital General de Viena tenían las mismas instalaciones, pero la sala que era supervisada por los estudiantes de Medicina tenía una tasa de mortalidad tres veces más alta que la que era atendida por las matronas.
Han pasado más de 150 años desde que este médico, que nunca fue tomado en serio por sus colegas, demostró que lavarse las manos en el hospital evitaba la muerte de muchos pacientes. Murió a los 47, afectado por la infección que tanto combatió https://t.co/QwxtHAjTd6
— EL PAÍS (@el_pais) March 22, 2020
De acuerdo con Miranda y Navarrete, en aquella época los alumnos salían de sus prácticas de anatomía con cadáveres, no se lavaban las manos y en esas condiciones exploraban a las mujeres.
A Semmelweis se le ocurrió que quizás aquellos estudiantes transportaban en sus dedos la infección que trasladaban de cadáveres a futuras madres y propuso que se lavaran las manos antes de tratar a las embarazadas.
De igual forma, Semmelweis preparó una solución de cloruro y ordenó a los estudiantes que se lavasen las manos con ella, y es así como comprendió que las infecciones también se podían trasladar después de examinar a pacientes vivas. Como solución a esto, reforzó las medidas de higiene, y de acuerdo con Salaverry, el número de mujeres embarazadas fallecidas disminuyó drásticamente.
Sin embargo, la mayoría de sus colegas y el personal del hospital rechazaron sus teorías al no estar suficientemente basadas en una explicación científica. Muchos argumentan que el problema radicaba en el tradicionalismo de la época ya que hacía ver al sistema de salud de la época como el culpable de tantas muertes en el pasado.
Hace 173 años un obstetra llamado Ignaz Semmelweis descubrió que lavarse las manos adecuadamente ayudaba a prevenir infecciones. La mayoría de los doctores de la época, principalmente por arrogancia, se rehusaron a creerle. No seas como ellos.
pic.twitter.com/MzrhzcLroX— Leo Prieto (@leoprieto) March 21, 2020
Semmelweis fue destituido de su puesto, y tras sumirse en una depresión, fue internado en un manicomio. Al morir, sus logros no fueron reconocidos, pero hoy en día se le considera uno de los pioneros en implementar medidas de higiene para prevenir enfermedades, infecciones y contagios.
En Viena, Semmelweis tiene una estatua con el nombre de ‘El salvador de madres’, al igual que en el Hospital de Budapest, donde se encuentra una escultura del médico con la inscripción ‘Semmelweis, y a sus pies se encuentra, entre ángeles, una madre de piedra con un bebé en brazos, mirando al médico.
Lavarse las manos ha salvado incontables vidas desde los tiempos de Semmelweis y es una medida importante frente al COVID-19.
La relevancia de su descubrimiento es tal, que hoy en día el término fiebre puerperal no es aceptado, ya que actualmente muchas veces se diagnostica la infección a causa de bacterias y gérmenes. Se ha convertido en una de las maneras más eficaces de prevenir cualquier tipo de contagio.
¿Sabés cómo lavarte la manos correctamente? #COVID19 pic.twitter.com/WvSjL0Afud
— OPS/OMS Colombia (@OPSOMS_Col) March 22, 2020
Referencias:
López A. (21 de Marzo de 2020) Ignaz Semmelweis, o cómo evitar contagios con tres palabras: lavarse las manos. Periódico El País, Recuperado en 21 de marzo de 2020 de: https://elpais.com/sociedad/2020-03-20/ignaz-semmelweis-o-como-evitar-contagios-con-tres-palabras-lavarse-las-manos.html
Miranda C. y Navarrete L. (2007) Semmelweis y su aporte científico a la medicina: Un lavado de manos salva vidas, Rev. Chil. Infect 2008; 25 (1): 54-57 Recuperado en 21 de marzo de 2020, de https://scielo.conicyt.cl/pdf/rci/v25n1/art11.pdf
Salaverry García, Oswaldo. (2013). Iatrogenia institucional y muerte materna. Semmelweis y la fiebre puerperal. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica, 30(3), 512-517. Recuperado en 21 de marzo de 2020, de http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1726-46342013000300023&lng=es&tlng=es.
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