A principios de este año, una madre con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada denunció que el pasado 23 de diciembre de 2019, fue desalojada de un museo en Puebla, debido a que estaba amamantando a su hijo en una sala del recinto y una guardia de seguridad le indicó que esa acción no estaba permitida.
La mujer de esta historia acató la orden y se retiró del lugar, pero ¿por qué no llamarle arte al hecho de darle de comer a nuestros hijos leche directa de nuestro seno?
Sin embargo, esta no es la única ocasión en la que a una fémina se le niega la libertad de alimentar a su crío. Tal vez por esta razón, en México, una de cada diez mujeres trabajadoras amamanta a su hijo, ya que no cuenta con el apoyo suficiente para realizar esta práctica llena de amor.
En mi opinión, aquellas personas que claman ‘pudor’ y se rasgan las vestiduras pidiendo a las mujeres que no saquen sus pechos en público y sacien el apetito de sus hijos, se olvidan de que la leche materna es el mejor alimento que un bebé puede recibir, ya que contiene la dosis perfecta de vitaminas, proteínas, calcio y minerales.
Darle la espalda a la lactancia materna solo originaría que las mujeres nos sintiéramos aisladas. Además, sería como una violación a nuestro derecho de ser libres y vivir solas una de las experiencias más hermosas de la maternidad, una vivencia llena de entrega, dedicación y mucho amor.
Amamantar a un bebé en público no debería ser tema de debate, pues las madres solo queremos saciar una necesidad básica de todo ser humano, el hambre, un hambre que no tiene tiempo ni lugar.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida de un bebé; posteriormente, se iniciará con la introducción de alimentos sólidos, manteniendo la leche materna hasta los dos años o más.
Las madres necesitamos urgentemente alzar la voz y hacer valer nuestro derecho de amamantar a nuestros hijos en los parques, en los cines, en los museos, en el transporte público, en la iglesia, en cualquier lugar sin ser objetos de críticas o de miradas lascivas, pues no se trata de mostrar nuestros senos en público sino de alimentar a nuestros bebés.
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