Hace unos días mientras amamantaba a a mi bebé, y la hacía de maestra con mi hijo de primaria, encontré un artículo en Facebook que hablaba sobre normalizar el decirle a otras mujeres que no tuvieran hijos debido a tooooodo lo que vives.
Lo leí y me pareció lo más cercano a lo que vivo hoy en día, siendo mamá de dos hermosos (y cabrones) varones: uno de 7 años —casi adolescente, dice él—, y otro bebechito de 3 meses que ha sido una verdadera revolución en casa.
Sí: tú que pasas por eso de ser madre, tienes la responsabilidad de alertar a todas aquellas que se quieran atrever a serlo.
Y es aquí donde comienza esta aventura de escribir para Mujer México, que al mismo tiempo es un desahogo. Esta columna se llama Dejando el nido porque a pesar de que ya no soy nueva como mamá, no sé si algún día deje de aprender a serlo.

Sí, debo admitirlo: mi vida con el primer hijo hasta antes de la llegada del más pequeño, era ya más ordenada y ¿por qué no? Un poco más mía.
Hablemos claro: amaba amamantar a mi hijo el grande, pero el día que dejó de hacerlo fui un poco más libre; cuando entró al kínder lo fui un poco más, y eso dejó tiempo para por fin poder ponerme bonita, apapacharme, darme duchas sin culpa, tener una conversación con él, ver pelis, disfrutarnos como madre e hijo.
Hay muchas supermamás que sí se maquillan y ven a los niños, tareas, marido, casa, café con amigos; según ellas todo lo pueden. ¡Bravo! Yo podía hacer eso con uno pero ahora aún no y no me da pena decirlo. Estoy reaprendiendo.
¿Y por qué ahora es una revolución el bebé nuevo? Porque ya había olvidado qué se sentía no tener tiempo para ti, no trabajar, tener algunas veces desordenada la casa.


Pero de lo que poco hablo, y siento un enorme dolor en mi corazón, es por quitarle atención sin querer a mi primer hijo, mi compañero de batallas, mi maestro, mi todo… pedirle que ceda minutos que eran suyos a su hermano porque me necesita. ¡Chin! Eso me lo habían platicado pero no lo había experimentado.
Ahora, estando en cuarentena he tenido tiempo de reflexionar.
No sé qué pasará pero creo que hay temas bien importantes que se deben hablar abiertamente ¡ya! Sin temor a que te digan mala madre o a que hable la maldita conciencia y diga ‘pero querías hijos’. Ser una supermamá a veces es imposible. Aunque eso no es necesariamente malo.
Muchas partes del proceso son bellísimas, pero deberíamos hablar más del posparto y con menos vergüenza sobre las cosas no tan lindas del mismo. De eso platicaremos en una próxima entrega.
¡Escríbeme! Me encuentras en Instagram: @melevaitiare
Fotos: Fernanda Romero.