Desde el día que supe que las clases se iban a cancelar debido a la pandemia entré en pánico. Siempre había sufrido el periodo vacacional de las niñas, pensando en qué iba a hacer con las dos criaturas en casa las 24 horas del día, los siete días de la semana.
Mis hijas han asistido a la escuela desde que cumplieron un año; la más grande porque yo estaba tan embarazada de la más pequeña que ya no podía agacharme ni seguirle el ritmo mientras aprendía a caminar, y la más chica porque habría sido injusto que ella no entrara al mismo tiempo que su hermana. Así que esa separación de casa fue muy pronto para nosotras, lo cual yo agradecí bastante para poder retomar un poco de tiempo para mí.
Días antes de las vacaciones siempre escuchaba a varias mamás decir lo felices que estaban de poder tener a sus hijos todo el día en casa, mientras a mí me sudaban las manos pensando lo eternos que serían esos días y qué podría inventarme para mantenerlas entretenidas, no me considero de esas mamás creativas que es capaz de planear todo un día de actividades y manualidades para ellas.
Así que con la llegada de la pandemia, supe que ahora sí no habría salida, no habría curso de verano, no habría natación, no habría ballet ni ninguna otra actividad que me ayudara a matar un poco del tiempo; solo seríamos ellas y yo.
Empecé por imprimir un sinfín de dibujos y actividades de acuerdo con su edad, guardé miles de ideas de manualidades sencillas para practicar con ellas, compré juguetes didácticos y hasta empecé a copiar horarios que había en internet con ideas sobre cómo pasar el día. Siempre hemos sido muy rutinarias, así que eso no iba a ser un gran problema para nosotras. Y así nos dispusimos a empezar con nuestro encierro.
Dedicamos una hora diaria a actividades académicas, jugamos con nuestros juguetes didácticos, comemos, nos bañamos, vemos una película por día, y a la cama. Un día miré atrás, y ya había transcurrido casi un mes, ¡un mes que disfruté tanto! Pude aprender la manera de aprender de mis hijas, perdimos la paciencia con los números y lo intentamos de nuevo, aprendimos los colores en inglés, jugamos, bailamos, nos divertimos, nos aprendimos los diálogos de las películas, cantamos, cocinamos y disfrutamos del tiempo juntas.
Este tiempo he aprendido a estar con mis hijas, a disfrutarlas, a conocerlas, a compartir con ellas. Incluso hay días que me llega el remordimiento de haberlas mandado tan chiquitas a la escuela y no haber podido pasar más tiempo con ellas, pero agradezco infinitamente lo que esta cuarentena me ha permitido, más que el recuerdo de una pandemia, recordaré todos esos momentos que hemos pasado juntas; recordaré cómo este tiempo me enseñó que las rutinas también pueden romperse o modificarse y no pasa nada, que ver dos o tres películas en un día tampoco me hace la peor madre, he aprendido que lo más importante es este tiempo que hemos compartido, y aprendan o no los números, las letras, los colores, aprenderán que el trabajo en casa es un trabajo en equipo, que es tarea de todas mantenerla limpia y ordenada.
Estoy segura de que este encierro dejará en ellas lecciones más importantes que las que pueden enseñarles en las clases en línea, porque por lo menos a mí me ha hecho ver las cosas diferentes, he valorado mi tiempo con ellas y ya no me urge que regresen a la escuela, ya no me sudan las manos de pensar cuántos días nos quedan, incluso creo que cuando esto ‘regrese a la normalidad’ probablemente sienta nostalgia de recordar todos estos días que pasamos juntas.
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