Recuerdo un día:
Estaba embarazada de Romina con una panza tremenda, formada en la fila para registrarme en un vuelo de esa aerolínea de autobuses aéreos, donde ya se imaginarán la cantidad de gente que habíamos esperando, pero entre todo ese mar de personas destacó una niña de entre 3 y 4 años que traía una muñeca amarrada a su maleta.
La pequeña venía acompañada de quien yo creo eran su mamá y sus tías, ya ven que a uno le encanta sacar deducciones en su cabeza; se detuvieron y estaban conversando. La niña en medio de ellas saco su muñeca y primero comenzó a abrazarla y dar vueltas con ella, pero de esa hermosa escena, en la que por supuesto yo sonreía imaginando a mi hija, pasó a empezar a agitar a la muñeca mientras le gritaba:
«¡Cállate, no quiero que estés hablando! ¡Cállate ya o te voy a pegar! ¡Ya cállate!».
Me quedé en shock: le estaba gritando y pidiendo que se callara ¡a una muñeca! Está de más decirles que ella no ‘habla’ ni emite ningún sonido; yo estaba impactada y tenía la mirada en ella. De pronto, la mamá se voltea y adivinen qué fue lo que le dijo: ‘¡ya cállate!’
https://twitter.com/martinscooby/status/1083939689550237696
Definitivamente esa fue una escena como de telenovela que marco mi maternidad, pues jamás había visto tan de cerca un error común que cometemos como padres: olvidarnos que nuestras reacciones y acciones ahora tienen observadores y que lo que hagamos o digamos no se quedará solo en el momento, sino que trascenderá.
Y es que justo hoy en día, atravesando la situación tan terrible de inseguridad y violencia en la que estamos, estoy muy convencida de que es nuestra responsabilidad, primero como individuos, ser buenas personas, generar y contagiar esas ganas de ser amable, cortés y de respetarnos entre todos; y segundo, quienes somos padres, tenemos doble responsabilidad: serlo y educar a nuestros hijos para que lo sean.
Educamos con el ejemplo. Los comportamientos y valores se aprenden en lo cotidiano pero, también con hábitos y comunicación. Educar en una sociedad carente de referentes, requiere entusiasmar a nuestros hijos en principios sólidos que les permitan llevar una vida ordenada y feliz
— Julieta Lujambio (@soymamasola) March 3, 2020
Y con educación no me refiero a lo primero que la mayoría de veces se nos viene a la mente: inscribir a nuestros hijos en las mejores escuelas, porque la primera escuela de todo ser humano, es la casa y la familia.
En estos tiempo que tenemos al alcance de nuestras manos demasiada información sobre cualquier tema, sabemos lo importante que es el hablarle con amor a nuestros hijos, el alimentarlos sanamente para evitar enfermedades, el que hagan deportes y aprendan idiomas, todo esto que los prepare para un futuro prometedor de éxito, pero ¿qué pasa con lo que nosotros hacemos para y por nosotros? Cuando en las reuniones empezamos a criticar la manera de vestir, ser o hacer de alguien, pero rechazamos el bullying. Cuando nos criticamos frente al espejo y nos enfrascamos en mil dietas, pero queremos que ellos se amen y se acepten como son, o cuando vamos en el coche y gritamos siendo intolerantes con los demás, pero queremos que ellos tengan buenos modales en las reuniones.
https://www.instagram.com/p/B8zYaogBDM0/
Que no se nos olvide que somos los guías de nuestros hijos, que podemos desvivirnos en palabras para explicarles lo que nosotros esperamos o deseamos que ellos sean como personas hoy y en un futuro, pero si nosotros no somos esas personas que les explicamos, si nosotros no empezamos desde nuestras acciones, ellos olvidarán todos esos discursos y se quedarán con lo que vieron y con lo que sintieron, y eso es lo que replicarán.
El futuro de este país esta en nuestra casa y es nuestra responsabilidad ser y forjar buenas personas para este mundo, porque eso es lo que más necesitamos. Así que hoy detente un momento y pregúntate qué valores quieres transmitirle a tus hijos. Empieza por ejercerlos tú, por implementarlos tú, por predicar con el ejemplo.
Interiores: Twitter @Martinscooby, @soymamasola e Instagram @mujermexico_oficial
Portada: Pixabay